Radiografía de la
delincuencia: Chile, un país injusto con
sus niños
Cuando se habla sobre la delincuencia, lo más común es
escuchar alusiones a penas más efectivas y a otorgarles más facultades a
carabineros. Estrategias que combaten la delincuencia de manera
superficial y no de raíz, -además de dejar la prevención de lado-
permitiendo que esta se siga reproduciendo una y otra vez, generando, de
esa manera, un ciclo criminal y violento sin fin.
Para entender el meollo del asunto, solo basta irnos a las
estadísticas y a los resultados de diferentes estudios. Se ve por ejemplo, en
el estudio realizado por la Fundación Paz Ciudadana (2015), que más del 80% de
los presos no han acabado su enseñanza escolar y el 47% de la población penal
inicia su carrera delictiva a los 13 años. A esto se le suma otro factor
importante: un 60% de los reos tiene problemas con el alcohol y las drogas.
. A estas alturas, en teoría, nadie debería negar que el
origen de la delincuencia es un problema multifactorial. Por lo tanto, no se
niega ni la importancia de la personalidad del individuo como tampoco la
influencia social que es ejercida en él, en cuanto al desarrollo de la conducta
delictual. Lo que sí puede estar bajo cuestionamiento, es cuán importante es la
influencia social en la persona, como para terminar convirtiendo a un potencial
ciudadano común y corriente en un delincuente.
En Chile el
62% de los hogares tiene al menos un hijo menor de 18 años y en el 24.1% de los
casos ambos padres trabajan (Casen 2009), ósea, ya estamos hablando de un
considerable porcentaje de niños que se educan sin la presencia de sus padres
(dándose esta situación, mayoritariamente en las familias más vulnerables). Y
las estadísticas son más duras, ya que también, según la Encuesta Nacional de
Salud (2013), el 62% de las personas que cuida a otro en Chile -sea niño o
adulto- no tiene a quién recurrir en caso de necesidad. De lo que se concluye:
hay muchas familias donde existen niños que no tienen los cuidados necesarios
ni una imagen paternal presente a quien acudir.
Antes se aclaró que las estadísticas podían ser más duras,
bueno, los números pueden ser más brutales. Según el 4º Estudio de
Maltrato Infantil UNICEF 2012: “el 71% de los niños y niñas recibe algún tipo
de violencia de parte de su madre y/o padre; un 51.5% sufre algún tipo de
violencia física; el 25.9% de los niños y niñas sufre violencia física grave”.
Esto nos podría dar como consecuencia, otra estadística igual de negativa, ya
que según un estudio de epidemiología psiquiátrica en niños y adolescentes
(publicado en la Revista Médica de la Clínica Las Condes este año), un 22.5% de
los niños y jóvenes entre los 4 y 18 años sufre de trastornos afectivos, de
ansiedad o drogadicción.
Las cifras de la OCDE nos ayudan a captar de mejor manera el
origen de lo anteriormente mencionado. Según el informe “Employment Outlook
2015″ de la OCDE, en Chile se
trabajan 1.990 horas anuales, muy lejos de las 1.371 horas anuales de Alemania,
situándonos en el 4° puesto del ranking de los países donde más horas se
trabajan, casi colocándonos en tan deshonroso podio. Y lo peor no se queda ahí,
ya que aún con tantas horas de trabajo, según el mismo informe, el actual
sueldo mínimo del país no permite que sea posible para una familia salir de la
línea de la pobreza.
Situándonos en otro factor, que también es de gran
importancia, como la vivienda. Tenemos que: según la Encuesta Casen 2013, se
detalló que un 1% de la población total del país vive en lo que se denomina
como hacinamiento crítico, es decir, más de 5 personas por dormitorio. Además
que un 1,6% de la población vive en un hacinamiento alto (3 o 5 personas por
dormitorio) y un 6,5% vive en un hacinamiento medio (2 o 3 personas por
dormitorio).
Ahora, en cuanto a la calidad de estas viviendas, un 13.4%
de las viviendas en el país son consideradas malas en cuanto al índice de su
estado de conservación (Casen 2013), además un 5.3% de las viviendas chilenas
tienen un acceso deficitario a los servicios básicos (es decir, carentes en
cuanto a luz, agua y gas). Por lo que ya no hablamos de niños maltratados y con
casi total ausencia de la tutela necesaria, sino que también, hablamos de
menores viviendo bajo circunstancias indignantes para el correcto desarrollo de
un ser humano.
Aun así, con todos estos factores -que son
números alarmantes- se nos suma otro más igual de importante: el narcotráfico y
el consumo de drogas en las poblaciones. Según una publicación de Ciper en el
año 2012, solo en la Región Metropolitana son 83 las poblaciones que ya han
sido tomadas por el narcotráfico, siendo de manera notoria la ausencia, casi
total, del Estado en esas zonas y el alto hacinamiento (factor importante con
que nuevamente nos encontramos).
Según el Servicio Nacional para la Prevención y
Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (SENDA) en el 2012: un 0,3% de
los menores entre 12 y 18 años consume pasta base. Sin olvidar, que además el
mismo estudio deja en constancia que ocho de cada diez consumidores de pasta
base ha participado en hurtos; un 23% ha traficado y un 22% ha robado en casas.
Por lo tanto, ahora no solo hablamos de niños ausentes de tutela y viviendo en
hogares con una situación indigna, sino que también hablamos de menores que
viven en poblaciones tomadas por el narcotráfico y donde al final varios terminan
siendo víctimas de las mismas drogas.
Entonces, cuando se habla que la delincuencia tiene su
origen mayoritariamente en la pobreza, no se está diciendo que por ello todos
los pobres debieran ser delincuentes o algún otro sin sentido por el estilo. Lo
que se dice, es que en situaciones de vida y crianza precaria, donde los niños
viven mayoritariamente de manera indigna y sin la tutela necesaria, se deja un
terreno bastante fértil para que la delincuencia se reproduzca.
En resumen: Chile,
país donde los niños pobres tienen a sus padres ausentes (por el trabajo),
donde son marginados socialmente, donde la educación de calidad es solo para
algunos, donde la salud pública es pésima, donde la vivienda es indigna
(hacinamiento) y donde el narcotráfico se tomó a las zonas rurales y
poblaciones en ausencia del Estado.
Chile es un país injusto con sus niños.
Alejandro Basulto